
El otro loco, el que hecha raíces en el imposible y las nutre hasta del aire, el que empolla la creación al borde de todas las posibilidades, el que dará el salto para abrazar el sol.
El rincón de la Bruha donde no llegan las aspiradoras, santuario del desorden y la creación.
A la autora le sorprendió la instensa moralización de la vida cotidiana de los ifaluk. Las evaluaciones morales eran frecuentísimas y solían hacerse utilizando el vocabulario sentimental. No calificaban las acciones como malas sino que enunciaban la emoción que les había provocado: la palabra utilizada era song, que podríamos traducir por furia justificada. Decir tengo “song contra una persona” equivale a decir que esa persona ha hecho algo inmoral. Los ifaluk reconocen otros tipos de cólera suscitadas por motivos distintos y que tienen sus correspondientes nombres, pero song es la única que tiene implicaciones morales, como ocurre en castellano con el termino indignación.
El análisis de los sentimientos nos proporcionará una información riquísima, cuando sepamos hacerlo. La mayoría de ellos están socialmente construidos, en ellos resuena la cultura entera, sus creencias, miedos, tabúes, intereses. El léxico afectivo también es muy peculiar. Los términos que designan sentimientos son narraciones abreviadas, con sus protagonistas y sus argumentos. Cuando los ifaluk utilizan la palabra song tienen en su conciencia un suceso completo y complejo: alguien ha violado una norma y esto produce en los testigos song, un sentimiento exteriorizado y su condena. La manifestación de esa furia provoca miedo en el culpable y le mueve a corregir su comportamiento. Es a la vez acusación, queja, sentencia y correctivo.
Esa furia razonable cumple un papel importante en la socialización de los niños. Los padres, recuerda la autora, deben mostrar song con sus hijos porque de lo contrario “los niños no conocerán la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto”. Ésta es su máxima educativa más elemental. Song es una clara señal que informa al niño sobre los valores y le permite reconocer las malas conductas.
La moral ifaluk también se ocupa de la felicidad, pero con un especial sesgo que habría de sorprender a la investigadora americana, nacida bajo una constitución que defiende el derecho a la felicidad. El caso es que los ifaluk desconfían de la felicidad. ¿Es esto una perversión moral, un desarreglo psicológico? No. No es más que la manifestación de una concepción del hombre y de un ideal de vida. Habitantes de un atolón aislado, azotado por los tifones, amenazados siempre por una naturaleza demasiado poderosa, los ifaluk conocen la precariedad de su existencia y organizan su vida sobre una interdependencia que a nosotros, educados en una cultura individualista, se nos antoja molesta. La cordura de Catherine Lutz quedó en entredicho cuando, después de ser adoptada por una isleña, dijo que prefería dormir en una cabaña aislada en vez de hacerlo junto a otras quince o veinte personas en una habitación. Los ifaluk no comprendían aquel enfermizo deseo de soledad.
Una sociedad tan integrada valoraba la amabilidad recíproca y evitaba cualquier cosa que pudiera alterar la paz. Cada persona estaba concernida por el bienestar de todas las demás y debía estar dispuesta a ayudar a quien necesitaba socorro. Ser ker, estar feliz, significaba estar satisfecho con uno mismo y con su situación, lo que le llevaría probablemente a desentenderse de los demás. Una de las cosas que ese individuo maleado por su felicidad podría hacer es pasear alrededor de sus propiedades, actividad que resulta extremadamente sospechosa para el ifaluk. También podría no sentirse afectado por el song ajeno, lo cual es gravísimo. La eficacia del song, que dirige la vida moral de la comunidad, depende de que despierte en el culpable un cierto tipo de temor. Pero quien se siente feliz, ker, es inmune al miedo y eso le hará ser con frecuencia inmoral, petulante y ofensivo. No será maluwelu, que es el más alto cumplido que se puede dirigir a una persona: dulce, pacífico y tranquilo."
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"El arte de la guerra se basa en el engaño.Por lo tanto, cuando es capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad; cuando las tropas se mueven, aparentar inactividad.
Si está cerca del enemigo, ha de hacerle creer que está lejos; si está lejos, aparentar que se está cerca.
Poner cebos para atraer al enemigo.
Golpear al enemigo cuando está desordenado.
Prepararse contra él cuando está seguro en todas partes.
Evitarle durante un tiempo cuando es más fuerte.
Si tu oponente tiene un temperamento colérico, intenta irritarle.
Si es arrogante, trata de fomentar su egotismo.
Si las tropas enemigas se hallan bien preparadas tras una reorganización, intenta desordenarlas.
Si están unidas, siembra la disensión entre sus filas.
Ataca al enemigo cuando no está preparado, y aparece cuando no te espera.
Estas son las claves de la victoria para el estratega." (Sun Tzu)La simulación es un arte.
Mediante la simulación es posible crear.
Realizando de manera adecuada y constante un acto de simulación podemos lograr que lo simulado se convierta en real, por tanto la simulación es una herramienta mágica de enorme poder. Debemos empero simular para nosotros mismos, lograr engañarnos de tal manera que nos convenzamos de que somos lo que pretendemos ser y de esa manera lograremos vencer al más fuerte de nuestros oponentes, el que está dentro de nosotros mismos.
Los hebreos tenían la costumbre de cosechar durante seis años y el séptimo dejarlo "en barbecho". Ese año debían liberar a los esclavos, perdonar las deudas y permitir que los campos descansaran.El sentido religioso del sabático era enseñar a los israelitas que todo le pertenece a Dios y todo debe retornar al orden y a la justicia que El desea sobre su pueblo.
El mío es un sabático brujeril.
Es mi tiempo de aprender que todo y nada me pertenece y todo o nada debe retornar al orden y la justicia que deseo sobre mí. Las manos que me solicitan deberán permanecer al otro lado de la vitrina. De este lado se trabaja en mudar la piel y en mutar. Terminé mi período de trabajo de bruja social y comunitaria y ahora debo voltearme hacia adentro para reconvertirme ¿en qué? ya veremos, por ahora se sigue la tradición, orar.