lunes, 24 de noviembre de 2008

LOS IFALUK ( de “Ética para náufragos” José Antonio Marina.)



"Catherine Lutz es una antropóloga americana que fue a una pequeña isla de la Micronesia para estudiar el mundo sentimental de sus habitantes, el minúsculo pueblo de los ifaluk, y que escribió después un bello libro titulado Unnatural Emotions (University of Chicago Press, Chicago, 1988), en el que cuenta sus experiencias.

A la autora le sorprendió la instensa moralización de la vida cotidiana de los ifaluk. Las evaluaciones morales eran frecuentísimas y solían hacerse utilizando el vocabulario sentimental. No calificaban las acciones como malas sino que enunciaban la emoción que les había provocado: la palabra utilizada era song, que podríamos traducir por furia justificada. Decir tengo “song contra una persona” equivale a decir que esa persona ha hecho algo inmoral. Los ifaluk reconocen otros tipos de cólera suscitadas por motivos distintos y que tienen sus correspondientes nombres, pero song es la única que tiene implicaciones morales, como ocurre en castellano con el termino indignación.

El análisis de los sentimientos nos proporcionará una información riquísima, cuando sepamos hacerlo. La mayoría de ellos están socialmente construidos, en ellos resuena la cultura entera, sus creencias, miedos, tabúes, intereses. El léxico afectivo también es muy peculiar. Los términos que designan sentimientos son narraciones abreviadas, con sus protagonistas y sus argumentos. Cuando los ifaluk utilizan la palabra song tienen en su conciencia un suceso completo y complejo: alguien ha violado una norma y esto produce en los testigos song, un sentimiento exteriorizado y su condena. La manifestación de esa furia provoca miedo en el culpable y le mueve a corregir su comportamiento. Es a la vez acusación, queja, sentencia y correctivo.

Esa furia razonable cumple un papel importante en la socialización de los niños. Los padres, recuerda la autora, deben mostrar song con sus hijos porque de lo contrario “los niños no conocerán la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto”. Ésta es su máxima educativa más elemental. Song es una clara señal que informa al niño sobre los valores y le permite reconocer las malas conductas.

La moral ifaluk también se ocupa de la felicidad, pero con un especial sesgo que habría de sorprender a la investigadora americana, nacida bajo una constitución que defiende el derecho a la felicidad. El caso es que los ifaluk desconfían de la felicidad. ¿Es esto una perversión moral, un desarreglo psicológico? No. No es más que la manifestación de una concepción del hombre y de un ideal de vida. Habitantes de un atolón aislado, azotado por los tifones, amenazados siempre por una naturaleza demasiado poderosa, los ifaluk conocen la precariedad de su existencia y organizan su vida sobre una interdependencia que a nosotros, educados en una cultura individualista, se nos antoja molesta. La cordura de Catherine Lutz quedó en entredicho cuando, después de ser adoptada por una isleña, dijo que prefería dormir en una cabaña aislada en vez de hacerlo junto a otras quince o veinte personas en una habitación. Los ifaluk no comprendían aquel enfermizo deseo de soledad.

Una sociedad tan integrada valoraba la amabilidad recíproca y evitaba cualquier cosa que pudiera alterar la paz. Cada persona estaba concernida por el bienestar de todas las demás y debía estar dispuesta a ayudar a quien necesitaba socorro. Ser ker, estar feliz, significaba estar satisfecho con uno mismo y con su situación, lo que le llevaría probablemente a desentenderse de los demás. Una de las cosas que ese individuo maleado por su felicidad podría hacer es pasear alrededor de sus propiedades, actividad que resulta extremadamente sospechosa para el ifaluk. También podría no sentirse afectado por el song ajeno, lo cual es gravísimo. La eficacia del song, que dirige la vida moral de la comunidad, depende de que despierte en el culpable un cierto tipo de temor. Pero quien se siente feliz, ker, es inmune al miedo y eso le hará ser con frecuencia inmoral, petulante y ofensivo. No será maluwelu, que es el más alto cumplido que se puede dirigir a una persona: dulce, pacífico y tranquilo."


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