miércoles, 30 de abril de 2008

Bye.

Ya no quiero explicar más los detalles de la muerte de mi padre, son tantos los amigos que han escrito o llamado, estoy agotada. Los primeros días no reaccioné ni medí lo que implicaba en su existencia y en la nuestra el que hubiese partido. Hoy se me salió el mar por los ojos, el ogro malo, el de las pesadillas, el de los traumas se convirtió en una pastilla efervescente que poco a poco se diluye. Cada recuerdo de rabia se me va convirtiendo en pena. Quisiera tanto saber qué pasó entre el breve lapso de tiempo en que hablamos por teléfono y el que tomó la determinación de matarse. A pesar de todo lo vivido nunca esperé que él precisamente se suicidara, de hecho su psiquiatra hace unos meses me dijo que no tenía perfil de suicida.
Esta noche andaba por la calle y sentía tanto frío y humedad y me imaginaba esa tumba tan fría y tapado sólo con una mortaja, sentí necesidad de abrigarlo para que no se agarrara esas gripes eternas de cada invierno.
Me cagó la infancia, la adolescencia y gran parte de la vida....y no puedo dejar de llorar.
¿Por qué ya no puedo odiarte??
¿Por qué no puedo dejar de sentir que sentiste tanto dolor y no pude hacer nada??
No se si preferiría que estuvieras vivo como estabas, comiéndonos a todos desde adentro, separándonos y creándonos desconfianzas desde que era una niña.
¡¡Me enseñaste a desconfiar de mi familia!! ¿sabes lo que eso implica?? me dejaste en el vacío, sin padre y con una familia en la que no podía confiar. No tuve familia durante demasiados años y es triste que te tuvieras que morir para intentar recuperarla.

Quiero convertirme en adulto y verte como lo que fuiste, un hombre enfermo, a veces malvadamente enfermo. Ya no quiero más ogros que me hagan tener pesadillas, ya quiero poder apagar la luz en las noches.
No quiero perdonarte, es que no se que perdonarte. Sólo se que fuiste el motor más poderoso de mi nave y el que más me falló. Mi vida giró 40 años en torno a ti, quiero un pedacito de vida para mí. Ahora en barco o tren.

"Quememos nuestras naves" diría la sabia Isachema y "nos robamos otras entre tanto alboroto" sería la respuesta de Julio.